Dormís. En el silencio
gira el reloj. Desnudo,
en la pieza --rendido
claustro en que las lecturas
conducen al insomnio--,
miro a cosas calladas
e inmóviles; y nadie
comprenderá este cuarto
cuando parta. Hace muchos
años ya --¡de repente!--
una linterna mágica
y una anciana sufrida
amparaban mi lecho:
fuente en que me curaba
de ogros y duendes. Sombras
clementes, puro amor
aliviaban la vida;
y se apagaron. Vos
respirás más allá,
en tu montaña. Sea
mañana una mañana
en que no te incomode
este traer espectros;
en que te abrace, virgen,
la luz del mandarino.