Los cascos puestos, mientras tomo mate
y defragmento el disco duro, quieto
en mi sentida soledad o soto;
y al cuerpo ya no duele el acicate,
no rugen ya los autos al pasar.
Retomo mi costumbre, casquivana
por excesiva: pergeñar los roces
--tabaco con que aromo la mañana,
que arribará--, por si rompo los goces
de la distancia: nido, fiel durar.
¿Con qué saldrá la luz
de un sol que va viniendo?
¿Cómo contar de sus
caprichos y aspavientos?
Miro los ventanucos,
descanso en el apero
y, entre malvados cucos,
veo que llega Vero.
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