jueves, 4 de septiembre de 2014

DE NOCHE

Un auto bruscamente clavó frenos
muy cerca mío. Negro. No le vi 
la cara al conductor. De la vereda 
de enfrente asceleró, frenó a mi lado 
y ahí permaneció, con el motor 
latiendo, gran vulpeja que se esparce. 

Seguí mi marcha, pude no saltar 
en busca de pared. Ni una palabra: 
sólo dos guasos, y amedrentamiento 
quizá real. La noche, en sus inicios. 

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