Quedó la mesa puesta. Qué callada
que está la habitación.
Qué parco mi semblante, no quejoso,
menos alegre. Qué
miel detenida que parece no
tener resolución,
no tener sueño, no tener espacio
en que situarse, dócil
el gesto con que tomo la vajilla
y la llevo a la bacha.
Qué curso suspendido, qué diadema feroz.
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