El cuerpo, solo; la imaginación,
reñida. Vos dormís, y no te importa
si te acompaño o no: desposeídos
tus ojos de deseo, soy tan sólo
una presencia que tenés a mano,
que mantenés en lívida asechanza,
lívido asombro, lívida torsión.
Y así seguimos: días que se alejan
y noches en que escribo estos escorzos
en que recuerdo cómo hace ya mucho
hubo dos cuerpos que se conocieron.
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