Chillamos frases contra
otras elocuciones,
acalorados, dignos.
Y el tiempo las reduce
a cáscaras resecas,
sal de menor valor.
El ofendido chilla
con altura, compuesto,
palabras que pretenden
que el otro retroceda:
enamorados de
la verdad. Muy probable
es que las dos posturas
se resuelvan en humo
que la lluvia disipa,
del que no queda nada.
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