Hemos arrinconado
a los poetas. Siempre
elevados, distantes
de la vida real,
los indujimos, a
la fuerza a veces, a
valorar el billete
y el qué dirán. Ahora
se mueven con parámetros
respetables: el marketing
y el éxito. Sonríen
a la cámara. Lucen
ropa no demasiado
desubicada. Hagamos
por que pronto prescindan
de toda pretensión
de autoría. Copiar,
no firmar, por ejemplo.
Todos poetas; digo,
inmunizados contra
la palabra, el dolor.
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