Ahora no me atrevo
a mirarla a los ojos.
Ya fue dicho el adiós
a todas esas cosas:
acariciar su cuerpo,
sentir su piel, traerle
chocolate a la noche,
charlotear acostados.
Pero tenerla al frente
y no poder mirarla
a los ojos me aturde:
prohibido resplandor.
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