Los sobrios palimpsestos y las vides enormes
atienden a la puesta de un sol que no se mece
y compran, apurados, periódicos de enero
para imantar el timbre que los tutsis adoran.
Ilumino estrambotes, anzuelos y mejillas
que lamen y que alaban las puertas de un osario
mientras --enardecido, sudoroso, silente--
Ulises se agazapa dentro de Rocinante.
¿Inconsútil placebo? ¿Desmemoriada placa?
Las hoces y abanicos lloran a medianoche.
Me finjo abecedario y arrebato criollitos
de la alacena en ciernes que es tu melancolía.
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