Siempre esta sombra, cruda,
sin aviso regresa.
Risa desencajada
que me obliga a bajar
los ojos, y a que sea
poco más que un harapo
que los perros destrozan.
Inesperada, turbio
látigo del fulgor
de sus ojos protervos,
esta sombra reduce
mi cuerpo, lo enajena.
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