Prescindís de la Biblia
en tus lecturas: muerta
quedó la salvación,
su idea. Es el presente,
la duración, tu modo,
sobre todo de noche,
cuando escribís: mutismo
alrededor, quietud
que interpela. No obstante
te ponés a pensar,
a veces, el futuro,
la actividad, y fines
mecánicos, vehementes
te proponés, en contra
de ese estar persistiendo
inánime. "¡No hay nada!",
exclamás. Y das curso
a la escritura: huellas,
huesos de tu niñez,
la desesperación
te roe, te atenaza
la agotadora angustia.
Y constatar --¡Infierno!--
eso mismo en los otros.
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