sábado, 23 de enero de 2016

HORAS

Dormís, seguramente, 
pero en otra ciudad. 
Noche de lejanía: 
los perros, como yo, 
no te ven pero esperan, 
confiados, naturales, 
sin extrañar tu mano,
que abrirá de improviso
el portón achacoso. 
Yo en cambio me impaciento: 
las horas se hacen nubes 
detenidas y altísimas
que penden como un fruto
que no madurará,
y mis ojos te buscan
en la ausencia, y se vuelve
gigantesca la casa. 
Saben nuestras mascotas
mucho más de la vida 
que yo, que pienso y peno;
sin tu piel, sin tu voz, 
el tiempo se divide
en mil hilos sin rumbo, 
y escribir un poema 
pasa pronto y no da 
nada de distracción 
de vos, de tu mirada. 

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