Dormís, seguramente,
pero en otra ciudad.
Noche de lejanía:
los perros, como yo,
no te ven pero esperan,
confiados, naturales,
sin extrañar tu mano,
que abrirá de improviso
el portón achacoso.
Yo en cambio me impaciento:
las horas se hacen nubes
detenidas y altísimas
que penden como un fruto
que no madurará,
y mis ojos te buscan
en la ausencia, y se vuelve
gigantesca la casa.
Saben nuestras mascotas
mucho más de la vida
que yo, que pienso y peno;
sin tu piel, sin tu voz,
el tiempo se divide
en mil hilos sin rumbo,
y escribir un poema
pasa pronto y no da
nada de distracción
de vos, de tu mirada.
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