¿Y los otros? No se muestran.
Porque te juntás con sombras
que te tiran frasecitas,
transparentes. Luego parten
y te quedás con palabras
que se te enredan. Al toque
que te las dicen creés
que son seguro el espejo
de su interior, pero al rato
se te traspapela todo.
Si tenés suerte, admitís
que sos lo mismo, una sombra
para los otros. El mundo
va a la deriva, silente,
y no hay comunicación
como la que te creés.
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