Las cosas, que relumbran
sobre la mesa, cuarzos
que hablan, en su durar
callado, para sí
y que apenas respiran
bajo el techo, su foco,
serenos, recortados
y grávidos de ser,
ya no me son ajenas
sino que componemos,
ellas y yo, una torre
de la que parte, diana
del renacer, un ave
de alas restablecidas
que atraviesa, morosa,
vertiginosamente,
el tiempo de los astros,
allá arriba, y la foto,
abajo, que nos toman,
a las cosas y a mí,
mi mano, las palabras.
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