Uno tras otro, versos
para no decir nada,
como la lluvia cuando
se larga y no se sabe
cuándo empezó. Mañanas
en que camino solo
por mi calle, la luz
reposa, primeriza
y sin embargo entera
en cada cosa: llantos
y ñañas, y el callar
de las casas iguales.
Versos que se pronuncian
para estar, como tazas
colgadas contra el muro
de tu cocina: quietas,
alineadas, relumbran
humildes y armoniosas;
cerámica que no
durará demasiado.
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