Se oye cuarteto, suena
desde hace varias horas.
Noche de Navidad
en el barrio: parlantes
para toda la cuadra.
Dolor que se marchita
de un solo trago y sigue
el movimiento. Y lujo
de saberse inmortales
en la fiesta a la vez
que se tiene una vida
de estrecheces: cuarteto
que ruge a las estrellas
el amor y la furia,
y cuerpos palpitantes
que suelen padecer
pero que también pueden
ser eternos, magníficos,
fuentes de resplandor.
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